Según la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (2019), las mujeres mexicanas destinan en promedio 39.7 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados sin recibir una compensación económica, frente a las 15.2 horas que dedican los hombres a las mismas actividades. Esta cifra sumada a las 37.9 horas semanales que dedican las mujeres al trabajo remunerado, revela que en promedio las mujeres trabajan 6.2 horas más por semana que los hombres.

Aunque las mujeres están cada vez más incorporadas en el mercado laboral y en la educación, persisten brechas que impiden hoy en día que puedan acceder a las mismas condiciones laborales que los varones y que por lo tanto siguen perpetuando las desigualdades de género. Uno de los obstáculos es la falta de responsabilidad compartida en los hogares, ya que la división sexual del trabajo continúa siendo un factor de peso en la realización del trabajo doméstico y de cuidados por parte de las mujeres.
El trabajo doméstico no remunerado (TDnR) es un pilar fundamental de la economía y contribuye al desarrollo de todas las personas. Su valor fue reconocido internacionalmente desde 1979 en la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2016), específicamente el quinto objetivo que busca combatir la desigualdad de género. Sin embargo, es una actividad que permanece en las sombras de las políticas públicas y de los indicadores macroeconómicos (tal es el caso de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que contempla únicamente al trabajo remunerado dentro de sus estadísticas).
De acuerdo con la ONU (2016) la carga desproporcionada de las labores de cuidado y domésticas es un factor que contribuye a la desigualdad de género. Algunas de sus consecuencias son: que las mujeres emplean menor tiempo para el aprendizaje, el ocio y la participación política y social, que ocupan una mayor participación en trabajos con ingresos más bajos o en la informalidad, lo que las hace más propensas a carecer de protección social y a encontrar mayores obstáculos para ascender en sus profesiones o estudios.
Si queremos avanzar en la búsqueda y construcción de una sociedad más justa, necesitamos fomentar desde todos los espacios un reconocimiento al TDnR que realizan las mujeres. La educación durante la infancia es crucial para romper los estereotipos de género que asocian a las mujeres a las labores de cuidado y mitigar la discriminación, sin embargo esta tiene que ir acompañada de un mayor involucramiento estatal en las actividades de cuidado y domésticas. Así como de cambios estructurales en el mercado laboral que permitan que los miembros de la familia puedan involucrarse de manera equitativa en el sostenimiento del hogar.
*Definen al “trabajo doméstico no remunerado” como aquellas actividades producidas en favor de su hogar realizadas por personas mayores de 12 años. Las cuales abarcan quehaceres domésticos, actividades de gestión, mantenimiento, cuidado y administración del hogar, sin retribución alguna (INEGI, s.f.).
*Esta cifra no toma en cuenta los cuidados pasivos (los cuales hacen mientras realizan otras actividades) que realizan las mujeres, pues si estos se consideran las mujeres destinan 15.9 horas más que los hombres a los cuidados
Referencias:
De Estadística Y, I. N. (s. f.). Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2019. https://www.inegi.org.mx/programas/enut/2019/
De Estadística y Geografía, I. N. (s. f.). Glosario. https://www.inegi.org.mx/app/glosario/default.html?p=ENOE15
Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. (2016). ONU Mujeres – México. https://mexico.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2016/01/trabajo-domestico



